domingo, 14 de diciembre de 2014

Las cuatro claves de Barenboim para escuchar música

El director de orquesta y pianista, Daniel Barenboim, ha colgado hace unos días un vídeo sugiriendo cómo esuchar música. Lo ha hecho dentro de la web Peral Music, su sello dicográfico digital, creado con una filosofía muy clara, invitar "a las mentes curiosas a experimentar la música con un enfoque y una perspectiva nueva. Aprovechando las posibilidades que ofrece el mundo digital, Peral Music ofrece al público de todo el mundo "una forma alternativa de escuchar y de resistir ante la cultura de la indiferencia, promoviendo una escucha inteligente".

Con esta declaración de intenciones, Barenboim resume en un vídeo cuáles son los puntos claves para poder disfrutar del acto de escuchar música. Si bien no descarta que haya gente que se ponga un cedé para olvidar los problemas cotidianos, el músico argentino reivindica un escucha que vas más allá, que nos lleve a un fin  mayor, "el disfrute, aunque estemos escuchando una Marcha Fúnebre".

Para ello, es esencial que se cumplan cuatro premisas:

1-Concentración, para lo que es importante apagar el móvil, (ese molesto instrumento que tantas veces interfiere y rompe el climax de la escucha. Esto lo añado yo).

2- Antes de proceder a la escucha, y como contribución a esa concentración, el pianista sugiere tener un poco de silencio antes de comenzar  (también resulta precioso unos segundos de silencio una vez concluida la escucha, algo que en una sala de conciertos es incontrolable, y bastante infrecuente, ante el impaciente deseo del público de aplaudir a veces. Pero cuando se consigue el momento puede resultar sublime).

3- Barenboim revela también la clave para no perder la concentración: "debemos aferrarnos a la primera nota para no distraernos con cosas cotidianas y volaremos con la música hasta la última nota".

4- Y añade un último requisito: "disfrutaremos de la música siempre y cuando nos demos completamente a ella". Nos es preciso ser un experto en música, barroca, del siglo XIX o contemporánea, para poder a acceder a este disfrute, matiza. "Lo único que hay que hacer, créanme, lo único que necesitamos, es completa y total concentración que no es más que entregarnos. Cuánto más damos, más recibimos". 





viernes, 12 de diciembre de 2014

El alma musical de Thomas Mann

«La música siempre ha ejercido un influjo notable sobre el estilo de mi obra. [...] Desde siempre, la novela ha sido para mí una sinfonía, una obra de contrapunto, un entramado de temas en el que las ideas desempeñan el papel de motivos musicales». Esta frase pertenece al escritor y premio Nobel de Literatura, Thomas Mann, que entregó su vida al arte de la escritura, pero en el que siempre estuvo muy presente su otra gran pasión: la música.

La Fundación Juan March, dentro de su apartado «El universo musical de...», dedicado a desvelar los vínculos musicales de grandes artistas e intelectuales, como Alejo Carpentier o Paul Klee, se ocupa a partir de la próxima semana del universo musical de uno de los nombres más importantes de la literatura contemporánea. «Nos centramos en figuras de la pintura, de la literatura, de la creación en general que no eran compositores profesionales», explica Miguel Ángel Marín, responsable de la programación musical en la fundación.

La elección de Thomas Mann, autor de clásicos, como «La montaña mágica» o «Los Buddenbrook», se debe también a las sinergías entre las instituciones madrileñas. En este caso con el Teatro Real, donde está previsto que se estrene el próximo 4 de diciembre una nueva producción de la adaptación operistica de su obra «Muerte en Venecia». «Intentamos organizar un formato de conciertos que sirvan de contrapunto a la programación del Real. El año pasado ya lo hicimos con motivo de “Los cuentos de Hoffmann”, con un ciclo sobre el Hoffmann compositor y el Hoffmann el crítico. Y este año nos parecía oportuno con la ópera de Britten».

Aunque muchos vinculen la obra literaria de Mann rápidamente con Gustav Mahler, en particular con su Adagietto de la «Quinta sinfonía», que tomó prestado Luchino Visconti en 1971 para su traducción a la gran pantalla de «Muerte en Venecia», música que se ha convertido en un icono, muchos fueron los intérpretes y compositores con los que Mann mantuvo una estrecha relación a lo largo de su vida, bien en Alemania, Suiza o Estados Unidos. Es el caso de Stravinsky, Schoenberg, Hindemith, Bartók, Korngold o Krenek. Algo más tensas fueron las que el escritor, casado con Katia Pringsheim, hija de una importante familia de intelectuales y artistas de origen judío, mantuvo con Richard Strauss, por la ambigua postura de este hacia el nazismo, o el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, acusado de colaboracionista.

«La dimensión musical en la obra de Mann es potentísima -afirma Marín-, algo que el propio escritor explicó. La concepción de algunas de su novelas responde a una sonata o a una sinfonía. No solo era un gran aficionado, y la música aparecía de forma explícita como parte de los personajes, de la historia o como tema musical fundamental como sucede en “Doktor Faustus”, sino que además la forma de concebir la narración se parecía mucho a algunas formas musicales».

 Así, en «Doktor Faustus» se puede apreciar una fuga con sus dos temas, su divertimento y su remate; «La montaña mágica» y «Tonio Kröger» presentan una estructura sinfónica, mientras que «Muerte en Venecia» se entendería como una rapsodia, y «Alteza Real» como una opereta vienesa -nos ilustra en las notas al programa el escritor Blas Matamoro-. Mientras que en su serie novelesca «José y sus hermanos» el escritor parece seguir el formato de una tetralogía como la de Wagner, compositor hacia el que Mann profesó su mayor admiración -le llamaba su «dios nórdico»-, y que se inició cuando vió, con solo 14 años, «Lohengrin». Prueba de ella es también su novela «Tristán», título en clara referencia a la ópera wagneriana, «que Mann se conocía prácticamente de memoria», indica Marín.

No se puede decir a ciencia cierta que la música fuera una vocación frustrada para Mann, pero sí que alimentó su vida y su obra con intensidad, hasta el punto que se definió como «a medias músico», y calificó su escritura como «un musicar literario». Esta pasión se extendió también a sus descendientes. Padre de seis hijos, todos ellos tuvieron relación con la música, bien a través de la interpretación, la composición o la escritura.

«El universo musical de Thomas Mann» arrancará el miércoles y comprende tres conciertos. Tres citas «en las que no solo sonarán músicas íntimamente relacionadas con distintos aspectos del mundo creativo del escritor, sino que hemos dado un paso más y hemos jugado con el formato convencional del concierto añadiendo lecturas dramatizadas (con la participación de los actoresJosé Luis Gómez, José María Pou y Tristán Ulloa) de pasajes de distintos escritos de Mann, que ponemos en diálogo con las obras que van a sonar luego». Completan este retrato del escritor dos conferencias impartidas por la traductora y ensayista Rosa Sala Rose.

                        

martes, 9 de diciembre de 2014

Pintando a Chaikovski

¿De qué color es la música de Chaikovski? Para algunos puede resultar verde, para otros roja... Esta es una de las actividades que forman parte de Pintasonic, el primer taller-guardería que realiza en España una orquesta. La propuesta, ideada por la Orquesta y Coro Nacionales de España, tiene como objetivo acercar la música clásica a los niños, relacionándola con distintas disciplinas artísticas –la pintura, la danza...–. Pero también mantenerles ocupados mientras sus padres, un piso más arriba, realizan su propia aproximación a este género a través de la iniciativa «Descubre....». 

Así, padres e hijos (entre 3 y 8 años) vivieron el pasado fin de semana una experiencia diferente en el Auditorio Nacional. Compartieron tiempo de ocio, pero en espacios y con actividades diferentes. El único nexo común fue la «Quinta sinfonía» de Chaikovski.

La experiencia es doble, pues los adultos, la gran mayoría de ellos no asistentes habituales a este tipo de espectáculos, no acuden a un concierto convencional sino a una propuesta cuyo objetivo es facilitarle, a través de una pequeña charla de unos 15 minutos, información sencilla para comprender cómo fue compuesta la partitura. Luis Ángel de Benito es el encargo de explicar, asistido por una gran pantalla, la estructura y los temas de una partitura que sonarán minutos después interpretada por los músicos de la ONE, bajo la batuta de Rafael Payare.

Mientras esto sucede en la sala grande, en el piso inferior casi ochenta niños, divididos en cuatro grupos (supervisados por cuatro educadores y dos músicos), escucharán también la música de Chaikovski pero en dosis más pequeñas. Javier, con la trompeta, y Virginia, con la viola –«la mamá del violín, que tiene un sonido más grave»–, interpretarán pequeños fragmentos mientras les explican las partes de cada instrumento. «¿Con qué se toca la viola?», pregunta Ana Hernández, coordinadora del taller. «Con el arco», contesta uno de los niños. «Que está hecho con crines de caballo», amplía Ana. También se puede tocar con los dedos. «Eso es el pizzicato», ataja una niña. ¡Qué nivel!
 
Para algunos esta es la segunda vez que acuden a este taller-guardería (que dura alrededor de una hora, y que está sincronizado con el concierto de sus padres), por lo que son veteranos. Varios son hijos de músicos, y por ello este universo no les resulta ajeno. No le sucede lo mismo a Carmen, madre de Jerónimo de tres años. «Yo he venido para introducir al niño en la música –explica– y retomarlo yo también, aunque no tengo muchos conocimientos. Me parece una iniciativa estupenda y hay un ambiente muy simpático. La duración además es perfecta». Jerónimo también ha disfrutado de la experiencia. «¿Te gustaría volver?», le preguntamos. «Sí», contesta sin dudarlo. Él podría formar parte del público del futuro.

La iniciativa ha tenido tanto éxito que la asistencia se ha triplicado en el segundo taller-guardería. Todavía quedan dos más, combinados con el programa «Descubre...», los días 22 de marzo (con la «Quinta» de Beethoven) y el 24 de mayo (el «Réquiem» de Mozart).